UN
LUGAR EXPECTANTE PARA AMÉRICA LATINA
EN
EL NUEVO ORDEN MUNDIAL
POR
JULIO F. HERRERA LAMAS
Bachiller
en Antropología de la UNMSM
El pensamiento latinoamericano es una corriente
constante y latente en todas las generaciones de intelectuales
latinoamericanos. Definitivamente existen formas de pensar, corrientes de
pensamiento e ideologías nacionalistas que obedecen a tradiciones o
nacionalismos correspondientes a cualquiera de las muchas identidades que
encierran cada uno de los estados nación latinoamericanos fundados entre los
siglos XIX y XX.
El pensamiento latinoamericano se caracteriza por
ser la ideología que tiene como máximo ideal la integración latinoamericana y
se encuentra presente en todas las generaciones de pensadores e intelectuales
latinoamericanos con mayor o menor
importancia según el contexto social histórico dominante.
Durante el proceso de la independencia de la América
hispana, el pensamiento latinoamericano logra adquirir una máxima importancia.
Las ideas de integración y de soberanía con respecto a una metrópoli están
presentes en América desde el primer momento del período de la conquista. Las
guerras civiles entre los españoles en la América del siglo XVI fueron producto
de dos visiones de América: una integracionista y soberana de la metrópoli; y
la otra, una provincialista y dependiente de la metrópoli. La visión de los
Virreyes se impuso en toda la América hispana fraccionando en múltiples
virreinatos y capitanías a los dos originales proyectos: los Gobiernos de
México y el Perú.
Tras la victoria de los países anglosajones después
de la II Guerra Mundial, los países latinoamericanos entraron en un largo
conflicto político que dividió estas sociedades ocasionando guerrillas,
movimientos terroristas y golpes de estado sin haberse producido en algún
momento lo que se denomina “guerra civil”, aunque por momentos la escalada de
la violencia política en algunos países llegó a ser interpretada o discutida
como un estado de guerra civil permanente, o bajo cierto constante peligro a
que esta guerra se desate, etcétera; como en[1]
Cuba, Colombia, Uruguay, Argentina, Chile, Nicaragua, Perú, y México. Tras la II Guerra Mundial, Latinoamérica se
vio políticamente atrapada entre Occidente y el bloque comunista, incapaz de
elaborar herramientas ideológicas soberanas.
Es en este instante histórico en el que se empieza a
gestar nuevamente un pensamiento latinoamericano integracionista que hiciera
frente a sistema de dominación mundial al cual había sido sometida América
Latina tras la II Guerra Mundial. La Unión Soviética, Europa Occidental,
Israel, EE.UU. y China se habían repartido el mundo sin dar un lugar expectante a América Latina, que por el contrario había
quedado políticamente muy relegada de los EE.UU. y Europa tras la primera mitad
del siglo XX.
A inicios del siglo XIX, EE.UU. y América Latina
eran aliados frente al Reino Unido y España, las diferencias entre ambas
sociedades no eran demasiadas. EE.UU. pasa a ser aliado del Reino Unido y a
diferenciarse ampliamente de América Latina en la segunda mitad del siglo XIX,
con la segunda revolución industrial. Con la aparición de los inventos modernos
de inicios del siglo XX, la radio, el cine, el teléfono, el automóvil, etc., la
diferencia entre EE.UU. y América Latina se hizo mayor. Con la segunda
revolución tecnológica, el uso de la energía atómica, América Latina queda tan lejos de los EE.UU. y de Europa
como un país africano en cuanto a un lugar con respecto al desarrollo y progreso
de la humanidad. Sin embargo, es la tercera revolución tecnológica, la cibertecnología, la que nuevamente vuelve
a acercar las civilizaciones del mundo, no sólo a EE.UU. y América Latina, sino
también a la India, China, Persia y Arabia, a distancias que se hacen
ilusorias, difusas, donde las diferencias de mil, dos mil o cinco mil años de
progreso pueden ser sobrepasadas en
pocos instantes gracias a la tecnología cibernética, la cual es automática y
altamente veloz.
El pensamiento latinoamericano alcanza sus más altos
ideales durante la independencia de España, con Bolívar, Sucre, San Martín; sin
embargo, su base ideológica, social, antropológica y geopolítica tiene miles de
años de historia y se remonta a los
imperios Inca y Azteca como los primeros ejemplos de unidad y de “nación
latinoamericana”, pese a que no se puede afirmar que los imperios Inca y Azteca
fueron latinoamericanos. Sin embargo, negar el carácter mestizo de la cultura
latinoamericana, heredera tanto de los imperios de la antigua América como de
la cultura latina clásica, sería negar la escencia misma de Latinoamérica.
En las primeras décadas del siglo XXI observamos que
la integración latinoamericana se concreta más allá de los ideales en una
verdadera integración comunicacional, energética, cultural, política, económica por dos
factores que son producto de la tercera revolución tecnológica y que estuvieron
ausentes a fines de la II Guerra Mundial: la conciencia del ser latinoamericano
como factor de bienestar y supervivencia,
y la conciencia de la presencia de las grandes potencias extranjeras en
América Latina, como factor de preservación, seguridad y soberanía.
Los procesos recientes de integración
latinoamericana no son producto de la inspiración o de la improvisación, son el
resultado de medio siglo de trabajo e iniciativas en búsqueda de la integración
de nuestros países que se planteó en un contexto de plena guerra fría entre
EE.UU. y la URSS como salida frente la a exclusión de América Latina del
sistema de dominación mundial elaborado tras la II Guerra Mundial, en el cual
descendió al nivel de territorio dominado para la explotación y la provisión de
recursos naturales. Con la independencia de los países africanos que así se
constituyen en ex colonias de países europeos entre los años 1950 y 1980, esta
condición subordinación de los países latinoamericanos ante el mundo bipolar de
la Guerra Fría (EE.UU. v.s. U.R.S.S.) tras la II Guerra Mundial se hizo aún más
notoria.
Es en la década de los 60s que con iniciativas de
integración como el Acuerdo de Cartagena o Pacto Andino, y posteriormente el
Mercosur, el Celac y el Alba, la integración latinoamericana empieza a ser
organizada de forma planificada. Sin embargo, a inicios del siglo XXI la integración
es una realidad política necesaria de
supervivencia antes que la parte final de un plan largamente elaborado.
LIMA, Junio
del 2014
BIBLIOGRAFÍA
-René Ramírez y Rafael Burbano.
Good bye pobretología, bienvenida ricatología.
Pablo Stefanoni. ¿Y quién no
querría ‘vivir bien’? Encrucijadas del proceso de cambio boliviano.
-Lucio Magri. El compromiso
histórico como estrategia.
- Jean Claude Bajeux. La
refundación de una nación.
-Raquel Sosa Elizaga. Pensar con
cabeza propia. Educación y pensamiento crítico en América Latina.
-Carlos Altamirano, Boaventura De
Sousa Santos, Edelberto Torres Rivas y Carmen Miró. Interrogando al pensamiento
crítico latinoamericano.
-Alex Callinicos. El imperialismo
y la economía política mundial hoy.
[1]
Cuba fue el primer país latinoamericano en utilizar el comunismo como arma
contra el imperialismo anglosajón en A.L. Tras la victoria de la revolución en
Cuba, en casi todos los países de A.L. el comunismo pasó a ser utilizado como
como un arma contra el imperialismo proveniente de los EE.UU. Políticamente
derrotada, A.L. fue inútil para desarrollar instrumentos ideológicos con los
que combatir la dominación imperialista occidental y la creciente influencia
comunista oriental en sus sociedades. Tras Cuba, el siguiente país en entrar en
guerra civil fue Colombia, en los 60s prosiguieron Bolivia y Perú. En los años
70s Chile, Argentina, Uruguay, Brasil y Nicaragua. En los 80s Perú y en los 90s México. A
inicios de la década del 2000, Venezuela, siguiendo un régimen en apariencia
pro cubano, es el primer país que empieza a dar muestras de una nueva visión
más soberana y menos dependiente de potencias extranjeras.